martes, 22 de octubre de 2013

Del escaparate al museo o ¿del museo al escaparate?

Silla BKF, 1938-1939, Grupo Austral.

Del escaparate al museo o ¿del museo al escaparate?
Johanna Caplliure
Barcelona, 2009





En 1932 abrió las puertas el Museu d’Arts Decoratives de Barcelona en el Palau Reial de Pedralbes, quedando clausurado durante la guerra y sólo retornando a su lugar en 1985 con una nueva mirada más ampliada, innovando su programa y fondos con una nueva vertiente a partir de la introducción del diseño de producto con interés en la creación nacional contemporánea.

Bajo la voluntad de hacer comprender y llevar el buen uso del diseño, este museo se ubica dentro de la dinámica de DISSENY Hub BARCELONA del Institut de Cultura de Barcelona, donde la política de promoción de la investigación en este sector, así como la colaboración con la industria y las empresas se convierte en la máxima de este centro. Como la tercera rama de este centro- DISSENY Hub BARCELONA- toma cuerpo en el Museu Tèxtil i de la Indumentària, el Gabinet de les Arts Gràfiques, y evidentemente en el Museu de les Arts Decoratives, la operación museística se concentra en albergar de manera cronológica las artes del objeto y del diseño de producto. Es decir, hace una historia del objeto de uso cotidiano desde las artes aplicadas en muebles, carruajes, relojes, papeles pintados, vidrio y tapices, hasta el diseño de productos bajo diferentes tipologías y soluciones.

Tras esta introducción a los hechos desde la ubicación de uno de los museos más ricos en ejemplos, se nos presenta una cuestión principal a atender: la aplicación museística de objetos de la vida cotidiana y la incorporación del diseño a nuestras vidas. Aunque parece un tema totalmente natural y de gran actualidad, no deja de conllevar ciertas suspicacias.
La museización de los estilos de vida, de los elementos de la cotidianidad, de las mercancías, productos de consumo hace persistente la idea de los usos del diseño en todas las parcelas de nuestro habitar el mundo. Todo esto podría definirse bajo la imagen “del escaparate al museo”. Sin embargo, la cuestión se hace más fascinante o al menos sugestiva cuando pensamos en el “escaparate como museo”. Esta imagen no atiende a las galerías de arte, sino a las galerías comerciales – aquellos pasajes que en su día elogiaba el flâneur de Baudelaire y que Walter Benjamin no perdió de vista en ningún momento para categorizar el surgimiento de un nuevo París y una nueva realidad social.


Novell/Puig Design, Luz de pared Morris, Lámpara en duralmond, 17x31´3x9cm, 1992
 
Para comprender mejor esta idea comenzaremos poniendo un ejemplo de gran resonancia internacional. Durante la campaña navideña de 2006, los escaparates de la firma Louis Vuitton de distintas ciudades del mundo (Madrid, Barcelona, Valencia y Marbella en estado español) exponían como único producto la instalación lumínica del célebre artista danés Olafur Eliasson, Eye see you. El gran foco en forma de ojo -recuerdo también de aquel sol en el ambient (The Weather Project) que desarrolló en 2003 para la Sala de Turbinas de la Tate Modern en Londres- se expone como una mirada hacia el espectador que en este caso es consumidor. El ojo que mira proyecta una luz hipnotizadora imposible de evitar. El riesgo cometido por la firma tuvo una gran recompensa al romper con las barreras entre la tienda y la calle, llevar arte a un escaparate y atraer a un sinfín de paseantes incansables de devolver la mirada al ojo vibrante de Eliasson.


Olafur Eliasson, Eye see you, Instalación lumínica, 2006.

Otro ejemplo más cercano en el tiempo lo hallaríamos en el escaparate de Chanel en Barcelona, sito en Passeig de Gràcia durante la temporada de otoño/invierno (noviembre y diciembre) de 2008. En esta ocasión no tenemos a un artista como excusa para llevar el arte a los escaparates, sino que la propia vitrina se convertiría en instalación. Un maniquí con figura de mujer portadora de un modelo Chanel es vigilada por docenas de cámaras de videovigilancia en oro. La ostentación de la firma francesa se sitúa entre el deseo escoptofílico de una mirada gélida e informatizada y una sociedad panóptica de control. Las figuras del marketing generan una ambigüedad semiótica beneficiosa para la venta y la atracción del público. Ya que con esta imagen en nuestras calles a ninguno le es posible devorar al maniquí con los ojos, ni sentirse incómodo al pensarse como objeto de control de las cámaras. Por último, una vez más el producto se convierte en algo más que mercancía de consumo. Y, además, éste nos provoca con mayor insistencia si al final es la propia calle, ni el museo ni la tienda, la que expone los modelos de los diseñadores emergentes.
No hace más de un mes, de nuevo, el Passeig de Gràcia era tomado por una multitud de maniquíes vestidos por una decena de jóvenes diseñadores internacionales con motivo del premio Botón MANGO Fashion Awards. La pasarela es el propio paseo, sin embargo en este caso los maniquíes se relajan en fibra de vidrio, no en impresionantes modelos, para ser observados por el viandante.


Escaparates temporales expuestos por MANGO en Passeig de Gràcia, Barcelona, Abril 2009.

Con todo esto, la cuestión que deviene pertinente es la de plantearse una estética actual que actúe sintomáticamente con los acontecimientos que se rebelan a nuestro mundo, analizando el momento en el que estamos viviendo donde la creación se inserta en todas las fisuras de la vida.




 

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