Micro-impasses de la renuncia. Johanna Caplliure
Siento que en los últimos tiempos
he vivido bajo el desierto. Protegida de la intemperie he intentando recuperar
las fuerzas sabiendo que pronto debería salir. Aún temiendo sentir la zozobra
de nuevo.
En el bajo-desierto, tiempo otorgado para el yo, me descubrí olvidando
las palabras de lucha. Pues bajo el desierto reina el silencio.
Los impasses se cuentan como
pasos del debajo: son acción pero también estancamiento. En ocasiones los pasos
a la intemperie comparten con los menudos pasos del “sub” la renuncia.
La primera renuncia comienza con
la participación en una comunidad, pues tienes que olvidarte como individuo y
pensar en plural.
La segunda renuncia la haces
cuando decides pensar y actuar como los demás.
En la tercera renuncia pretendes
descubrir quién eres y pierdes de vista lo que los demás son. Desapego por lo
común.
De nuevo, el impasse. De un paso
a otro, las cuestiones toman el poder de un “vaivén” desesperado, tintineo del cómo
actuar.
No quiero actuar para complacer a
nadie, sólo quiero actuar. Aunque este actuar parezca una traición. ¿Acaso no
es peor la renuncia continua a uno mismo? Entonces no trataríamos nuestra
acción como la lucha por un ideario político, sino más bien sería un intentar
estar ahí, un resistir en la censura.
Ese malestar portador de
cuestiones nos trae consigo una resaca de respuestas cuanto menos inquietantes
y aparentemente opuestas: dejar de escuchar las voces, aislarse de lo común,
caer en la redundante forma del piélago, perder la voz,… Si parece que la
renuncia se hace inevitable, también existe algo que se resiste. Resistirse a
sufrir el miedo y el silencio impuesto, atreverse a pensar. Hoy día, evitando toda cercanía a la Ilustración,
hay que atreverse a pensar. Pues pensar es compartir tu voz con el común.
Pensar es el acto de resistencia frente a la renuncia.
La situación se impone y este
nuestro pensar parece que es exponerse a la zozobra por mantener el uno mismo. El micro-impasse del pensamiento es el
momento. A sabiendas que uno será tratado de traidor, será incomprendido y en
ocasiones secuestrado por la censura. Pero ¿y si me atrevo? Al menos, no estaré
renunciando de nuevo.
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